TESOROS DE TUTANKAMON
Una habitación –parecía un museo–
repleta de objetos, algunos familiares, pero otros que jamás habíamos visto. Por
ello, el hallazgo no sólo ponía al descubierto un «tesoro» artístico único,
sino que también constituía una oportunidad incomparable de estudiar y
comprender el significado que el enterramiento y la vida en el Más Allá tenían
para los antiguos egipcios.
Ya desde la Prehistoria, los egipcios
enterraban el cuerpo del difunto junto a objetos que se consideraban necesarios
para la supervivencia en la otra vida: cuencos de cerámica (probablemente con
restos de comida), algún elemento ornamental y utensilios como cuchillos o
paletas.
Empezaron a aparecer objetos
relacionados con las divinidades y con la protección en la otra vida, como
amuletos y estatuillas de dioses. Su finalidad era proteger al difunto de los
peligros a los que debía enfrentarse en el Más Allá y permitir, así, que
pudiera sobrevivir eternamente.
El rey, entre los
dioses
Algunas piezas, evocaban la condición
divina del faraón. Considerado como la encarnación del dios Horus, a su muerte
se convertía en Osiris, el dios del mundo de los muertos. También se
localizaron numerosas divinidades en forma de estatuas y como decoraciones en
algunos muebles, como las camas destinadas a la regeneración de la momia del
faraón. Otras piezas, consistían en amuletos que el faraón lucía como joyas. Su
función consistía en proteger al rey de los peligros que lo acechaban durante
el viaje que realizaba al paraíso.
Otro elemento que no podía faltar en
el ajuar funerario eran los ushebtis, figurillas que representaban a los
criados mágicos que seguían sirviendo al faraón tras su fallecimiento para
hacer sus tareas cotidianas.
Vestidos, comida y
bebida
Una necesidad importante era la del
vestido; en la tumba de Tutankamón hay numerosas prendas de lino, túnicas,
camisas, faldas, taparrabos o guantes. Para beber, el faraón disponía de
ánforas de vino, cada una con la etiqueta que indicaba la cosecha, la clase, el
viñedo e incluso el nombre del cosechero. En cuanto a la comida, disponía de
alimentos básicos –pan, ajos, cebollas y legumbres.
Coronas, tronos y espadas
Se hallaron varios cetros, símbolos
de la autoridad real y asociados al dios Osiris. Se recuperó una diadema de oro
y restos de «un tejido parecido a la batista», tocado de la realeza que recoge
el cabello como si fuera una bolsa de tela, y que llevaba cosidos una cobra y
un buitre.
Un objeto importante es un trono recubierto
de oro de arriba abajo y ricamente adornado con vidrio, fayenza y piedras
incrustadas.
Se encontraron un gran número de
armas, tanto defensivas (como escudos o corazas) como ofensivas. Cabe destacar
las espadas de bronce curvadas, así como los puñales. Uno de ellos constituye
una rareza, dado que la hoja estaba realizada con hierro, mineral poco conocido
en Egipto. En toda la tumba había gran profusión de arcos, las medidas nos
indican que algunos de ellos fueron usados por el faraón cuando era aún un
niño.
El lado humano del rey
La mayor parte de las joyas halladas
en la tumba se habían fabricado en época de sus padres e incluso de sus
abuelos, y Tutankamón se había limitado a conservarlas. Por ejemplo, un
pectoral guardado en una caja lleva un cartucho demasiado largo para el nombre
de Tutankamón, por lo que se deduce que el nombre que llevaba inscrito en un
primer momento era el de Akhenatón, su padre. Los brazaletes de fayenza
localizados en el anexo, que llevaban los nombres de Akhenatón y Nefertiti.
También se encontraron unas paletas de marfil con el nombre de sus
hermanastras, Meketatón y Meritatón. Finalmente apareció en el interior de un
pequeño ataúd: un mechón de cabello de la reina Tiy, su abuela.
El guardian de Tutankamon
Tutankamon niño
Los Reyes en privado
Abanico de oro
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