HOWARD CARTER
(Reino Unido, 1873 - Londres, 1939) Arqueólogo y egiptólogo
británico. Entre 1891 y 1899 fue miembro de la Misión Arqueológica en Egipto.
En 1892 colaboró con el egiptólogo Flinders Petrie en la excavación de Tell
el-Amarna. Fue también designado inspector jefe del departamento de
Antigüedades del gobierno egipcio. Hasta 1922, sus descubrimientos más
importantes fueron las tumbas del faraón Tutmosis IV y de la reina Hatshepsut.
Sin embargo, el hallazgo arqueológico que le supuso convertirse en una
celebridad mundial fue el descubrimiento en 1922, de la tumba del joven faraón
Tutankamón, situada en el Valle de los Reyes. Lo extraordinario del hallazgo fue
el hecho de que la tumba se encontrara intacta y que contuviese un espléndido
tesoro, que actualmente se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo.
Howard Carter estará siempre
relacionado con su mayor descubrimiento: la tumba de Tutankamón, en el Valle de
los Reyes. Si bien este faraón gobernó sólo durante un breve período a finales
de la dinastía XVIII, su tumba, a diferencia de todas las otras del valle, no
había sido saqueada, lo que permitió mostrar al mundo un espectacular ajuar
funerario que incluye joyas, estatuas de oro y mobiliario, así como la famosa
máscara y los sarcófagos del faraón.
Howard Carter había nacido en
Gran Bretaña en 1874. De salud siempre delicada, inició su carrera como
egiptólogo a los diecisiete años, cuando se incorporó al equipo de trabajo de
P. Newberry. Más tarde trabajó bajo la supervisión de sir Flinders Petrie en
las excavaciones realizadas en El-Amarna, y con E. Naville en Deir el-Bahari.
A
principios de la década de 1920 pidió permiso para excavar en el Valle de los
Reyes. Una vez obtenido, inició las excavaciones en una zona restringida en la
que esperaba encontrar la tumba de Tutankamón, llamado el faraón niño por la
corta edad en que subió al trono y por haber fallecido a los dieciocho años. Se
trataba de una búsqueda difícil ya que las excavaciones, eran muy tenues, y el
Valle había sido tan excavado que nadie esperaba que pudieran encontrar nada.
En 1922Carter decidió excavar
las ruinas de unas casas de los obreros dedicados a construir las tumbas
reales; era el último lugar que quedaba por investigar. El 5 de noviembre de
1922, a cuatro metros de la tumba de Ramsés II, descubrió los restos de una
escalera que se adentraba en la roca; retiró los escombros hasta topar con una
puerta sellada. A pesar de la decepción inicial al comprobar que los sellos
habían sido rotos por saqueadores, procedió junto con Carnarvon a horadar el
tabique que cerraba la puerta. Su reacción ante lo que vieron sus ojos, a la
luz de una vela, es ya famosa: "Veo maravillas".
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Habían descubierto la
tumba de Tutankamón, faraón de la XVIII dinastía fallecido a los dieciocho
años, en el siglo XIV antes de Cristo. Se trataba de un complejo funerario
compuesto por varias cámaras, lleno de riquezas, que guardaba el sepulcro del
joven faraón. La suntuosidad del ajuar hallado, que comprendía joyas, armas,
vasijas, muebles y hasta carros, hace suponer que los saqueadores fueron
descubiertos antes de que pudiesen perpetrar su expolio.
Carter optó por interrumpir
los trabajos y tapar los accesos a la tumba para reunir el equipo necesario a
fin de documentar y conservar adecuadamente el material encontrado. Después de
tres semanas de intensos trabajos, el equipo franqueó la puerta de la tumba. Al
penetrar en la estancia quedó a la vista un incomparable tesoro: Jarrones,
vasos canopos, arquetas, cofres, pinturas, barcas, pequeñas estatuas, enseres
domésticos y una variada tipología de objetos de oro macizo se hallaban allí al
alcance de los investigadores.
Lo
más excepcional del conjunto son las cuatro capillas funerarias, dispuestas una
dentro de otra; en la cuarta se hallaba un gran ataúd, en cuyo interior se
descubrieron tres sarcófagos encajados uno dentro del otro. Al romper los
sellos y abrir el último sarcófago, contemplaron, por primera vez, el cadáver
momificado del faraón, con el rostro cubierto con una mascarilla de oro,
retrato del difunto, con incrustaciones de piedras de colores. Sobre el cuerpo
vendado había depositadas numerosas joyas.
A pesar de que la mayoría de
las salas estaban revueltas, con señales evidentes de haber sido saqueadas en
la antigüedad, eran tales la abundancia de las obras encontradas y su valor que
el equipo de Carter tardó años en catalogar y documentar las piezas. En total,
las tareas de apertura, el traslado al Museo de El Cairo y el registro
exhaustivo de la impresionante cantidad de objetos que constituían el ajuar
funerario llevaron a Carter y a su equipo diez años de trabajo. Tras ello, su
delicada salud no le permitió emprender nuevas actividades arqueológicas;
falleció en Londres en 1939.
Howard Carter
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