sábado, 30 de abril de 2016

Muerte de Tutankamon

¿Cómo murió Tutankamón?
Desde que la tumba de Tutankamón fue descubierta en el Valle de los Reyes en 1922, se ha especulado con el motivo de su muerte. Sin embargo la posible respuesta se consiguió hace poco tiempo, cuando un grupo de investigadores analizó la tumba.
El rey Tutankamón falleció prematuramente cuando todavía era un adolescente, ni fue víctima de un complot real, ni fue asesinado por un enemigo de su dinastía. El joven rey falleció a los 19 años por una enfermedad ósea y paludismo. La muerte de Tutankamón significó el final de la 18ª dinastía de Egipto.
¿Cuáles fueron las causas de la muerte de Tutankamón?
Tutankamón, el joven faraón cuya tumba repleta de tesoros deslumbró al mundo moderno, cojeaba debido a huesos blandos y un pie deforme, y probablemente murió de malaria. Los expertos creen que el rey estaba debilitado por una pierna rota, posiblemente por una caída, y creen que eso, junto con la malaria, provocó su muerte. Tenía el paladar partido, su pie izquierdo estaba algo retorcido (lo que se conoce como pie zambo) y sufría otros problemas óseos
.
Los científicos están además bastante seguros de haber identificado las momias de su padre, Akenatón, y su abuela, Tiye, de acuerdo a los grupos sanguíneos que comparten.
Sin embargo, restaron valor a la especulación de que el faraón y sus antepasados sufrieran graves deformidades, descartando el síndrome de Marfan y otra enfermedad que les podría haber producido un aumento del pecho.
Estado actual de la momia de Tutankamón
Debido a que el cuerpo tenía un color negro como el carbón, es que se difundió la teoría de que se había prendido fuego por las resinas usadas durante su funeral. Sin embargo no es posible pensarlo sin que el cuerpo se encontrara ahora reducido a cenizas, cosa que no pasó.

La momia se encontraba cubierta de joyas que ahora se encuentran en exposición en el Museo Egipcio del Cairo. Ninguna de ellas muestra señales de fuego, ni tampoco los dos ataúdes de madera que acompañaban al de oro, donde se encontró el cuerpo.

                               Así es como luciría con dicha enfermedad que se presenta

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Tesoros de Tutankamon

TESOROS DE TUTANKAMON

Una habitación –parecía un museo– repleta de objetos, algunos familiares, pero otros que jamás habíamos visto. Por ello, el hallazgo no sólo ponía al descubierto un «tesoro» artístico único, sino que también constituía una oportunidad incomparable de estudiar y comprender el significado que el enterramiento y la vida en el Más Allá tenían para los antiguos egipcios.

Ya desde la Prehistoria, los egipcios enterraban el cuerpo del difunto junto a objetos que se consideraban necesarios para la supervivencia en la otra vida: cuencos de cerámica (probablemente con restos de comida), algún elemento ornamental y utensilios como cuchillos o paletas.

Empezaron a aparecer objetos relacionados con las divinidades y con la protección en la otra vida, como amuletos y estatuillas de dioses. Su finalidad era proteger al difunto de los peligros a los que debía enfrentarse en el Más Allá y permitir, así, que pudiera sobrevivir eternamente.

El rey, entre los dioses
Algunas piezas, evocaban la condición divina del faraón. Considerado como la encarnación del dios Horus, a su muerte se convertía en Osiris, el dios del mundo de los muertos. También se localizaron numerosas divinidades en forma de estatuas y como decoraciones en algunos muebles, como las camas destinadas a la regeneración de la momia del faraón. Otras piezas, consistían en amuletos que el faraón lucía como joyas. Su función consistía en proteger al rey de los peligros que lo acechaban durante el viaje que realizaba al paraíso.

Otro elemento que no podía faltar en el ajuar funerario eran los ushebtis, figurillas que representaban a los criados mágicos que seguían sirviendo al faraón tras su fallecimiento para hacer sus tareas cotidianas.

Vestidos, comida y bebida
Una necesidad importante era la del vestido; en la tumba de Tutankamón hay numerosas prendas de lino, túnicas, camisas, faldas, taparrabos o guantes. Para beber, el faraón disponía de ánforas de vino, cada una con la etiqueta que indicaba la cosecha, la clase, el viñedo e incluso el nombre del cosechero. En cuanto a la comida, disponía de alimentos básicos –pan, ajos, cebollas y legumbres.

Coronas, tronos y espadas
Se hallaron varios cetros, símbolos de la autoridad real y asociados al dios Osiris. Se recuperó una diadema de oro y restos de «un tejido parecido a la batista», tocado de la realeza que recoge el cabello como si fuera una bolsa de tela, y que llevaba cosidos una cobra y un buitre.

Un objeto importante es un trono recubierto de oro de arriba abajo y ricamente adornado con vidrio, fayenza y piedras incrustadas.

Se encontraron un gran número de armas, tanto defensivas (como escudos o corazas) como ofensivas. Cabe destacar las espadas de bronce curvadas, así como los puñales. Uno de ellos constituye una rareza, dado que la hoja estaba realizada con hierro, mineral poco conocido en Egipto. En toda la tumba había gran profusión de arcos, las medidas nos indican que algunos de ellos fueron usados por el faraón cuando era aún un niño.

El lado humano del rey                                                                                      

La mayor parte de las joyas halladas en la tumba se habían fabricado en época de sus padres e incluso de sus abuelos, y Tutankamón se había limitado a conservarlas. Por ejemplo, un pectoral guardado en una caja lleva un cartucho demasiado largo para el nombre de Tutankamón, por lo que se deduce que el nombre que llevaba inscrito en un primer momento era el de Akhenatón, su padre. Los brazaletes de fayenza localizados en el anexo, que llevaban los nombres de Akhenatón y Nefertiti. También se encontraron unas paletas de marfil con el nombre de sus hermanastras, Meketatón y Meritatón. Finalmente apareció en el interior de un pequeño ataúd: un mechón de cabello de la reina Tiy, su abuela. 


                                                       El guardian de Tutankamon



                                                          Tutankamon niño




                                                       Los Reyes en privado


                                                         Abanico de oro






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Howard Carter


HOWARD CARTER
(Reino Unido, 1873 - Londres, 1939) Arqueólogo y egiptólogo británico. Entre 1891 y 1899 fue miembro de la Misión Arqueológica en Egipto. En 1892 colaboró con el egiptólogo Flinders Petrie en la excavación de Tell el-Amarna. Fue también designado inspector jefe del departamento de Antigüedades del gobierno egipcio. Hasta 1922, sus descubrimientos más importantes fueron las tumbas del faraón Tutmosis IV y de la reina Hatshepsut. Sin embargo, el hallazgo arqueológico que le supuso convertirse en una celebridad mundial fue el descubrimiento en 1922, de la tumba del joven faraón Tutankamón, situada en el Valle de los Reyes. Lo extraordinario del hallazgo fue el hecho de que la tumba se encontrara intacta y que contuviese un espléndido tesoro, que actualmente se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo.
Howard Carter estará siempre relacionado con su mayor descubrimiento: la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes. Si bien este faraón gobernó sólo durante un breve período a finales de la dinastía XVIII, su tumba, a diferencia de todas las otras del valle, no había sido saqueada, lo que permitió mostrar al mundo un espectacular ajuar funerario que incluye joyas, estatuas de oro y mobiliario, así como la famosa máscara y los sarcófagos del faraón.

Howard Carter había nacido en Gran Bretaña en 1874. De salud siempre delicada, inició su carrera como egiptólogo a los diecisiete años, cuando se incorporó al equipo de trabajo de P. Newberry. Más tarde trabajó bajo la supervisión de sir Flinders Petrie en las excavaciones realizadas en El-Amarna, y con E. Naville en Deir el-Bahari.
A principios de la década de 1920 pidió permiso para excavar en el Valle de los Reyes. Una vez obtenido, inició las excavaciones en una zona restringida en la que esperaba encontrar la tumba de Tutankamón, llamado el faraón niño por la corta edad en que subió al trono y por haber fallecido a los dieciocho años. Se trataba de una búsqueda difícil ya que las excavaciones, eran muy tenues, y el Valle había sido tan excavado que nadie esperaba que pudieran encontrar nada.
En 1922Carter decidió excavar las ruinas de unas casas de los obreros dedicados a construir las tumbas reales; era el último lugar que quedaba por investigar. El 5 de noviembre de 1922, a cuatro metros de la tumba de Ramsés II, descubrió los restos de una escalera que se adentraba en la roca; retiró los escombros hasta topar con una puerta sellada. A pesar de la decepción inicial al comprobar que los sellos habían sido rotos por saqueadores, procedió junto con Carnarvon a horadar el tabique que cerraba la puerta. Su reacción ante lo que vieron sus ojos, a la luz de una vela, es ya famosa: "Veo maravillas".

Habían descubierto la tumba de Tutankamón, faraón de la XVIII dinastía fallecido a los dieciocho años, en el siglo XIV antes de Cristo. Se trataba de un complejo funerario compuesto por varias cámaras, lleno de riquezas, que guardaba el sepulcro del joven faraón. La suntuosidad del ajuar hallado, que comprendía joyas, armas, vasijas, muebles y hasta carros, hace suponer que los saqueadores fueron descubiertos antes de que pudiesen perpetrar su expolio.
Carter optó por interrumpir los trabajos y tapar los accesos a la tumba para reunir el equipo necesario a fin de documentar y conservar adecuadamente el material encontrado. Después de tres semanas de intensos trabajos, el equipo franqueó la puerta de la tumba. Al penetrar en la estancia quedó a la vista un incomparable tesoro: Jarrones, vasos canopos, arquetas, cofres, pinturas, barcas, pequeñas estatuas, enseres domésticos y una variada tipología de objetos de oro macizo se hallaban allí al alcance de los investigadores.
Lo más excepcional del conjunto son las cuatro capillas funerarias, dispuestas una dentro de otra; en la cuarta se hallaba un gran ataúd, en cuyo interior se descubrieron tres sarcófagos encajados uno dentro del otro. Al romper los sellos y abrir el último sarcófago, contemplaron, por primera vez, el cadáver momificado del faraón, con el rostro cubierto con una mascarilla de oro, retrato del difunto, con incrustaciones de piedras de colores. Sobre el cuerpo vendado había depositadas numerosas joyas.
A pesar de que la mayoría de las salas estaban revueltas, con señales evidentes de haber sido saqueadas en la antigüedad, eran tales la abundancia de las obras encontradas y su valor que el equipo de Carter tardó años en catalogar y documentar las piezas. En total, las tareas de apertura, el traslado al Museo de El Cairo y el registro exhaustivo de la impresionante cantidad de objetos que constituían el ajuar funerario llevaron a Carter y a su equipo diez años de trabajo. Tras ello, su delicada salud no le permitió emprender nuevas actividades arqueológicas; falleció en Londres en 1939.
                                                             Howard Carter
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sábado, 9 de abril de 2016

VIDA DE TUTANKAMON

TUTANKAMON
Faraón egipcio de la XVIII dinastía (1372 - Tebas, 1354 a. C.). Tutankamón era yerno del faraón Akenatón, que murió sin dejar hijos varones; por ello le sucedieron sus yernos, Semenkera y Tutankamón. Este último, hermano del anterior, accedió al trono hacia el 1360 a. C. De hecho, hasta la muerte de su suegro, Tutankamón llevó el nombre de Tutankatón, en honor del dios solar Atón, cuyo culto había impulsado Akenatón con carácter casi monoteísta.


Tutankamón  restableció el culto tradicional y, el poderío de los sacerdotes de Amón. Devolvió la capitalidad a Tebas; y, para simbolizar estos cambios, sustituyó su propio nombre por el de Tutankamón (que significa «la viva imagen de Amón»).
Llamado el faraón niño por la temprana edad en que asumió el trono, Tutankamón murió cuando sólo contaba 18 años y llevaba seis de reinado.

Tutankamón debe su fama a que su tumba fue la única sepultura del Valle de los Reyes que llegó sin saquear hasta la edad contemporánea; su descubrimiento por Howard Carter en 1922 constituyó un acontecimiento arqueológico mundial, mostrando el esplendor y la riqueza de las tumbas reales y sacando a la luz valiosas informaciones sobre la época.




La tumba de Tutankamón
La tumba de Tutankamón es de proporciones modestas y no presenta grandes ornamentos, posiblemente debido a la repentina e inesperada muerte del joven soberano. No obstante, sus cuatro salas (la antecámara, la cámara del tesoro, la cámara sepulcral y el anexo) contenían intacto el tesoro funerario completo del faraón, y constituyen por ello un inapreciable tesoro arqueológico. Contando más de cinco mil piezas, desde los objetos más sencillos y cotidianos hasta los adornos más exquisitos.
Las paredes de la cámara sepulcral eran las únicas decoradas con pinturas referentes al ritual funerario y al entierro del monarca. La antecámara contenía multitud de estatuas de animales: dos vacas que representan a Meheturet, diosa egipcia de la fecundidad, dos efigies de la leona Mehet y una figura de Anmut con cuerpo de guepardo y cabeza de hipopótamo. Había además arcas pintadas con incrustaciones, vasos de alabastro y otros objetos.
Uno de los muebles más preciosos era el trono, recubierto de oro y piedras preciosas, con patas de león y serpientes aladas sobre los brazos.
 La cámara sepulcral estaba toda ella ocupada por un gigantesco armario de madera recubierta de oro, y que contenía otras tres encajadas en su interior, también de madera y oro. En el espacio comprendido entre las paredes y la capilla se encontraban los remos que servían para navegar por el más allá y otros objetos. Delante de las puertas de las capillas se depositó un vaso de perfume de alabastro, con aplicaciones de oro y marfil.
Dentro de la última capilla se hallaba un gran ataúd de cuarcita con tapa de granito rojo, que contenía también en su interior otros tres sarcófagos encajados. El último de ellos, de oro macizo, conservaba el cadáver momificado del faraón, con el rostro cubierto con un máscara de oro con incrustaciones de cornalina, lapislázuli, turquesas y otras piedras preciosas; por lo general, se piensa que tal máscara constituye un retrato idealizado del difunto. En los vendajes de la momia se habían depositado numerosas joyas y amuletos.
Todos los tesoros encontrados en la tumba se encuentran en la actualidad en el Museo de El Cairo, y su contemplación requiere varias horas al visitante debido a la gran cantidad de objetos que se encuentran en el museo.
Muerte de Tutankamón
Un grupo de científicos analizó cuidadosamente todas las piezas de su esqueleto. Gracias a sofisticados escáneres y un complejo trabajo de investigación, los científicos lograron recrear la imagen de Tutankamón

Tutankamón sufría un grave estado de salud, y habían desmentido las hipótesis de asesinato y muerte por accidente de carruaje. Sé confirma  que  el rey Tutankamón  sufría graves malformaciones congénitas, que le causaron su prematura muerte, que nada tuvo que ver con un asesinato o un accidente.
La imagen es reveladora. Tutankamón era un joven enfermo y feo, todo lo contrario a lo que imaginábamos previamente. Tenía caderas anchas, dientes de conejo, y un pie chueco. Los científicos creen que la deformación de su pie era causada por la enfermedad de Kohler, una rara afección de los huesos. 
Además se reunió suficiente información genética como para sostener que los padres de Tutankamón eran hermanos, lo cual podría ser la causa de sus malformaciones y dolencias. El incesto era una práctica común entre la realeza del antiguo Egipto, pero claro que no se conocían los posibles problemas de salud que podía sufrir el feto. 
La maldición de Tutankamón
 Con todo, el descubrimiento de la tumba de Tutankamón  La amplia resonancia y el interés que despertó en todo el mundo se prolongó artificialmente atribuyendo la muerte del mecenas de la expedición, Lord Carnarvon, a «la maldición de Tutankamón», la cual pasaría a la literatura de terror.
Con la muerte de Lord Carnarvon y de otras personas vinculadas con el hallazgo; hacia 1930, la prensa computaba ya veintitrés víctimas de la maldición. Sin embargo, la relación de muchas de ellas con las excavaciones era nula, y la causa de su fallecimiento era casi siempre tan corriente como la del propio Lord Carnarvon, que había fallecido en abril de 1923 por la infección de una picadura de mosquito. Creado ya un misterio donde no lo había, se buscaron también explicaciones científicas del mismo, y se atribuyeron las defunciones a esporas de hongos u otros tóxicos contenidos en el aire enrarecido de la tumba, obviando el hecho de que Carter y casi medio centenar de personas que participaron directamente en los trabajos seguían vivos.



La tumba de Tutankamón




La maldición de la tumba de Tutankamón 


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